Tan cerca y tan lejos. Por un instante experimenté la calidez de tu compañía aún a sabiendas de la distancia.
¿Qué querías que te dijera? Preguntarte cuándo nos veremos sería demasiado idiota, aunque lo habría hecho para escucharte reír; porque me gusta tu sonrisa perfecta, contemplar la alegría de tu mirada en el brillo de tus ojos.
Pero un saludo, es el pretexto perfecto para hablarte, para escucharte; porque hoy no me conformé sólo con tus letras, porque me propuse probar la franqueza de tus palabras con tu voz acusadora. Y no pude probarte. No pude porque ¿No basta con saber que lo que leí fue de tu puño y letra? ¿Y como saber que fue de tu puño y letra? Y si fuere cierto… ¿Cómo saber que lo que dices es la honesta declaración de tu pensar y tu sentir? ¿Cómo saber que tu verbo no fue obligado sólo por desnudarte mis sentimientos?
¡Quiero saber lo que piensas! ¡Quiero saber lo que sientes! Quiero conocerte en toda la extensión de tu ser.
Y complacerte, quiero complacerte en todo lo que te apetezca. Aún sabiendo que tu satisfacción me comprende en una vida de eterna tortura, mi inmensa voluntad me obligará a morar a la intemperie de tus deseos, con el sólo capricho de saber que soy el autor de tu felicidad; porque tu felicidad es lo que quiero, y lo quiero más que lo que te quiero a ti, pues prefiero que mis ojos queden ciegos, antes de volver a ver que las lágrimas opaquen el brillo de tus ojos.
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