La muerte es saber que no te tengo,
que quizás estas tan lejos,
que quizás eres tan abismal,
que aquí ha de truncarse mi vida.
Y es que no concibo los olores,
ni el tacto de las cosas,
ni siquiera el gusto de gozar,
porque contigo era todo, no había más.
Ahora dime, mujer hermosa,
¿en que se me fue la vida?
No te sentí ni te tuve,
y sin embargo disfrute.
Te disfrute con todas mis fuerzas,
y me reduje a tu persona,
sin pensar ni pedir nada,
como un perro a tu servicio.
Y ahora que no estás,
que me dejas en la nada,
has grabado mi epitafio como:
el miserable al que dejo aquella a la que amaba.
Y ya no puedo más, no quiero más,
si hubiera sabido que me harías desdichado,
que tus besos me harían pobre y tonto,
nunca los hubiera aceptado.
Déjame morir, aquí, en esta noche fría,
llena de moscos y niebla,
donde nada de mi cabe,
ni llena, ni alivia.
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