Fuiste tú la belleza de mis ojos,
la casualidad más bella de la vida,
no pretendía expandirme, pero cuando
llegaste, empezó mi vida plena.
Y él nos dejo, no le gustaron tus ojos,
no le gusto tu olor, y yo supe que en ese
olor, era donde terminarían mis días,
donde terminaría mi sudor.
Pero esta tarde, marcada por la lluvia,
por la tristeza, tú te fuiste,
a la escuela, a ser mejor persona,
a aprender lo que nunca supe.
Llevabas tus tenis negros, con cuadros
en la suela, la camisa verde de rayas,
el pantalón descosido a la moda y tu mochila
repleta de cuadernos y lápices.
Quise decirte que te amaba, que te cuidaras
como solo yo lo haría, que no llegaras
tan tarde, que haría pescado para ti,
quise decirte que me hacías falta.
Y entonces, un loco, un estúpido hombre
al que maldigo con todo el corazón,
ese miserable cortó tu vida, cortó
mi esperanza y tus sueños, y todo en lo que creo.
Y no sé qué hacer, he llorado tanto tiempo,
me he lamentado pidiendo la ayuda
de Dios, he pedido a mi mente tu recuerdo:
nada me consuela, porque no estás.
Porque el aroma en que pensaba
terminar mis días, se ha ido y sigo viva,
estoy sola, ya no tengo nada que perder,
nada que hacer, quiero seguirte.
¿Qué me salvara del día de mañana?
Quiero pensar que duermes en el
cuarto de al lado, que se te hará tarde
como siempre, que me dirás buenos días.
Yo aun te amo, hijo mío, y te amaré por siempre,
porque fuiste mi vida, porque fuiste mi sueño
y mi tristeza, mis noches despierta,
fuiste todo para mí, la consagración de mi camino.
Maldigo al hombre, y espero que sea
miserable toda su vida, espero que se
muera pronto, espero que eso te traiga
una vez más a mis brazos necios,
que piden que regreses, que no se cansan de pedir,
que no se cansan de estirarse.
Mi cielo, quédate tranquilo, en los brazos de Dios,
conmigo en el alma que nunca terminará.
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