jueves, 6 de mayo de 2010

Del amor: fraternal

Fuiste tú la belleza de mis ojos,

la casualidad más bella de la vida,

no pretendía expandirme, pero cuando

llegaste, empezó mi vida plena.


Y él nos dejo, no le gustaron tus ojos,

no le gusto tu olor, y yo supe que en ese

olor, era donde terminarían mis días,

donde terminaría mi sudor.


Pero esta tarde, marcada por la lluvia,

por la tristeza, tú te fuiste,

a la escuela, a ser mejor persona,

a aprender lo que nunca supe.


Llevabas tus tenis negros, con cuadros

en la suela, la camisa verde de rayas,

el pantalón descosido a la moda y tu mochila

repleta de cuadernos y lápices.


Quise decirte que te amaba, que te cuidaras

como solo yo lo haría, que no llegaras

tan tarde, que haría pescado para ti,

quise decirte que me hacías falta.


Y entonces, un loco, un estúpido hombre

al que maldigo con todo el corazón,

ese miserable cortó tu vida, cortó

mi esperanza y tus sueños, y todo en lo que creo.


Y no sé qué hacer, he llorado tanto tiempo,

me he lamentado pidiendo la ayuda

de Dios, he pedido a mi mente tu recuerdo:

nada me consuela, porque no estás.


Porque el aroma en que pensaba

terminar mis días, se ha ido y sigo viva,

estoy sola, ya no tengo nada que perder,

nada que hacer, quiero seguirte.


¿Qué me salvara del día de mañana?

Quiero pensar que duermes en el

cuarto de al lado, que se te hará tarde

como siempre, que me dirás buenos días.


Yo aun te amo, hijo mío, y te amaré por siempre,

porque fuiste mi vida, porque fuiste mi sueño

y mi tristeza, mis noches despierta,

fuiste todo para mí, la consagración de mi camino.


Maldigo al hombre, y espero que sea

miserable toda su vida, espero que se

muera pronto, espero que eso te traiga

una vez más a mis brazos necios,


que piden que regreses, que no se cansan de pedir,

que no se cansan de estirarse.

Mi cielo, quédate tranquilo, en los brazos de Dios,

conmigo en el alma que nunca terminará.

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