Yo nací para morir, quizás mi muerte
será espantosa, no quiero que sea
dolorosa, quiero que sea precisa,
pausada pero dulce, que no me maltrate.
He vivido bien tanto tiempo, en esta ciudad,
en esta casa de la que escribo, con sus paredes
y sus historias de fantasmas, con sus tijerillas,
con sus ratones ocasionales.
Amo la vida que llevo, ni más sobria,
ni menos ebria, dulce y amarga,
con un beso para dormir,
con una boca que me alimenta
y sacia mi complicada sed.
Y con esa dulce melodía, que se oye
a muchas calles de donde me encuentro,
mi perro, y el gato que mato ese desgraciado perro.
Me gusta saber que aquí, justo aquí,
es donde tengo que estar,
y también saber que no es tarde
para seguir viviendo.
Si fuéramos consientes de que
nacimos para regresar al seno de Dios,
nadie querría vivir, pero la vida te da
tantas satisfacciones, que vale la pena
terminarla de sabiduría y experiencia,
de terminarla con sueños,
porque así me he pasado la vida:
soñando tanto, sin querer despertar.
Amo al mundo por ser cruel y ruin,
por ser tan malo, por ser tan
grosero, porque a veces me escupe
en la cara. Lo amo porque me ha enseñado
tantas cosas, porque me ha quitado tanto…
Y porque todo eso, es como energía
que se regenera, decía mi abuela
que por cada puerta que se cierra se abre otra más.
Esta vida, esta tierra, este mundo;
el Dios de los cielos me la presentó a ella,
me inspiro a amarla, a desearla,
a respetarla, a adorarla.
Me dijo que ella seria la mujer
de mi piel, y que renacería en su mirada,
y me susurro que sería ella el final
de mis días, de mis pasiones.
Mi vida se reduce a hablar con ella,
se reduce a sus tiernos labios.
y también se reduce a mi madre,
a mis hermanos, al padre que no conozco.
Se reduce a mi prioridad de proteger,
de anteponer mi orgullo a mi necesidad.
La vida… el destino…
lo que sea, aquí me tiene.
Se me ha puesto la mesa,
con manjares exquisitos,
con frutas frescas, malteadas,
y un reconfortante vino.
Por eso amo mi existencia,
porque no soy un número,
porque no soy una línea en una hoja verde,
porque no soy una coordenada en el mapa.
Yo soy todo y todo me pertenece,
a mí me pertenece la continuidad
de las cosas, terminara cuando yo lo decida,
y entonces, trascenderé por siempre, hasta la eternidad…