miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un lugar donde el tiempo transcurre lento

Marco estaba sentado en las escaleras del anden del metro zócalo, esperando a que dieran las 2:00 de la tarde, para entonces su madre llegaría e irían a comprar una guitarra para Raúl, su hermano menor.

Llegaron a Isabel la Católica y vieron una tienda grande de música, limpia, con tambores y un piano de cola en el mostrador que daba a la calle, al fondo se podía ver una pared repleta de guitarras eléctricas de muchas formas y colores y a un muchacho guardando cosas en el estante.

-Mira a tu hijo Paula, no lo educaste bien ¿o que? ¿ya viste como me esta hablando?... con una chingada o lo callas o le parto la madre- dijo Armando, su padre...

Marco odiaba a su padre desde hacia mucho ya mucho tiempo, siendo exactos, desde que vio como golpeaba a su madre de una forma brutal, en ese momento los lazos con su madre se hicieron inquebrantables: se interpuso desde ese momento entre el puño furioso la barriga vulnerable.

-Si la tocas te mato, puto viejo, no dejare que le pongas la mano encima, antes nos vamos a la chingada los dos- grito Marco.

Armando golpeo el hombro de Marco y este le respondió con un puñetazo en la nariz, se "estaban dando hasta con la cubeta", como diría la hermana de Paula. Cuando por fin pudieron separarlos Marco sangraba de la ceja y Armando tenia la nariz rota y el labio floreado.

-Yo me largo, malagradecidos, a ver que harán sin mi, me rogaran que vuelva y me los voy a coger- El hombre salio sacando humo por los oídos y azoto la puerta.

Raúl no estuvo esa noche en su casa. A sus 14 años ignoraba lo que pasaba en su casa, pensaba que su madre era medio tonta, Marco un vago que siempre se peleaba con quien fuera, pero su padre era un hombre del cual seguiría el ejemplo. Era un chico sobre protegido, eso era todo.

Recorrieron el establecimiento ilusionados: ¡tantos instrumentos!: pianos, teclados, flautas, harmónicas, guitarras de todo tipo, tambores, violas, violines, oboes, platillos, baterías, bajos..., un mundo entero dentro de la tienda, era como una fantasía.

Escogieron una guitarra de color azul rey con tonos en negro y azul marino, después caminaron al eje. No se hablaron, no sabían que decir, tomaron su camión, entraron al metro, llegaron a su casa... cada uno tenia sus propios pensamientos, ideas, sus sueños, recordando y sufriendo... no tenían nada que decirse, y como dije antes, así fue.

Durante su ausencia, Raúl y su padre hablaron, por lo que se dijo, Raúl comenzo a odiar profundamente a su madre, estaba dolido, fue al escritorio de su padre, tomo su pistola, la cargo y la guardo entre el pantalón y la playera. Armando lo vio y estaba contento; pasaron 10 minutos silenciosos, Armando alego que tenia que regresar a la oficina y salio sonriendo, aunque Raúl estuvo ausente bastante tiempo, tenia un objetivo: le haría sufrir a su madre el mismo daño que había recibido el.

-Marco, Marco, ¡Marco!- Marco estaba tirando mojado de sangre que salio a chorros de su cuerpo, medio inconsciente, vio la cara de su madre que se iba desvaneciendo, trato de tocarla pero estaba perdiendo fuerza, hizo un ultimo esfuerzo para mantenerse cociente y ver el rostro desconsolado de su madre, pero sintió como todo se hizo humo, pensó que el mismo era humo, al fin perdió la razón y quedo desmayado.

Raúl, loco, nervioso, espantado, tiro el arma y no se movió, en un instante miro el rostro pálido de su hermano y salio corriendo de la casa. La guitarra quedo solitaria en el piso cerca de la puerta, paralela a Marco y húmeda: ya tenia vivos rojos.

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