En la ciudad de México, que esta rodeada de cerros, de smog, de basura, de muchas calles perdedisas y de obligaciones que nos quitan mucho tiempo para disfrutar de las cosas; hay algo que de vez en cuando se ve rumbo a mi casa: el Popocatepetl y el Iztaccihuatl.
De los pocos años que llevo en este mundo, desde la ventana de mi abuela había podido ver a estas dos maravillas..., claro, hasta que la zona se empezó a poblar mas y mas y sus casas bloqueaban nuestro rango visual...
En las noches, viendo desde la ventana contigua, también se podía ver el aeropuerto de la ciudad de México, como los aviones aterrizaban y despegaban, y la torre de control supongo, que organizaba la salida y entrada de aviones. Claro, que la vista desde el techo era mas fenomenal que ninguna otra cosa, eso fue hace tanto tiempo, que un cielo como el de ayer sábado 6 de febrero, habría sido imposible en situaciones normales.
Si me perdonan todas las personas que viven en la capital y zona metropolitana que, justo están inundadas con nada mas agradable que aguas negras, debo decir que el diluvio miércoles y jueves, fueron los causantes de tal belleza.
Ustedes tendrían que verlo: vas a tu casa, en el mismo camino que siempre, platicando de las mismas cosas de siempre, con tantas preocupaciones en la mente, percibiendo el mismo olor desagradable de basura de siempre (el bordo poniente es parte del paisaje diario a mi-su casa), y de pronto, miras por la ventana cuando el camión se detiene en el puente del canal de compañía y ves dos hermosos volcanes.
Dos hermosos volcanes llenos d nieve, que alumbran en paisaje y que brillan cuando la luz del sol los refleja en los alrededores. Es una hermosura cuando nadie mas tiene el asombro de ver como se desliza la historia de la región en sus laderas, cuando en ellos hay vida y muerte: humanos y animales, desde tiempos ancestrales: todas las especies que han muerto de hambre, a mano del hombre o de muerte natural; la vida de los que han visto a sus cachorros nacer en sus cuevas; el avance de la civilización, que poco a poco paso de ser mansa a derramar sangre y viceversa.
En la tarde, desde la nueva "plaza jardín" ( que se construyó derribando arbitrariamente el deportivo que era símbolo de integración social de la zona), cuando llegaba el ocaso, esa nieve tan blanca: tomo un color marrón, rojizo, naranja, y poco a poco, ese contraste se fue debilitando hasta tomar su color blanco brillante con un cielo azul que se iba oscureciendo poco a poco.
Creo que me he pasado de cursi, sin embargo la emoción que siento radica en que me despierta a dos recuerdos de mi infancia, los cuales, hace mucho, estaban enterrados... para no recordar, pero estos recuerdos son gratos, así que comparto mi visión y de lo hermosos que son estos volcanes, que por cierto, son emblemáticos en la historia de la ciudad.
Aunque me hubiera gustado tomar algunas fotos, y como no lo hice por que no llevaba nada con que tomarlas, subiere algunas en las que lucen muy bien.
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