Siendo participe
de las hojas y del mar,
porque yo te daría mí
sangre y mi carne.
Te daría la vida y la muerte,
porque tú eres mar
y la esencia de las cosas
te pertenece.
A ti, bella y adorada mujer,
es que la obsesión
de mis noches en vela
te pertenece.
Dueña del alma mía
que respira y siente, solo
por tu cariño que nunca llegará,
con una historia que avanza
a quien sabe que lugares,
a quien sabe que confines,
¿llegará algún día a tu alma?
Eres el orgulloso corazón que deseo.
Camino quieto y solemne,
en esta luna, en este lugar,
donde no hay salida,
donde no tengo hogar.
Has hecho de mi lo que tu
antojo te ha permitido,
lo que deseas, y me has hecho
feliz con las migajas de tu cariño.
Y ahora, mi desdichado
corazón alza los ojos a tu pecho,
para ver con claridad tu corazón
que se desvanece, lento, muy lento.
Junto al mar y junto a las olas
que se van, a quien sabe que memorias.
Aquí hay un desafianzado espíritu
que languidece a cada soplo del viento.
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