Esta noche le murmure amor a tu boca,
tu cálido aliento rozó mi mejilla,
y tus labios
(deliciosos labios)
penetraron con fuego
hasta lo más profundo de mi cuerpo.
Le inspiré amor a tu cuerpo estridente
y a tu cabello de delirio.
Me hubiera gustado no despertar,
morir contigo y tu calor:
fundiendo tu piel a mi rostro.
Me hubiera gustado perderme
en el candor de tus ojos
y en la inocencia incrédula de tus manos.
Pero la noche no es eterna,
aquí en esta tierra nada es eterno,
solo tus ojos sabios son eternos:
me convenzo de que tus ojos son eternos.
También me he convencido
de que tu boca es un caudal
infinito de delicias
y sabores extraordinarios…
Tu boca es el río de la vida
que solo existe en el paraíso
del dios omnipotente: de ti ha de nacer vida,
de entre tus piernas ha de salir
el aliento que alimenta el alma,
y tu aroma ha de ser la resurrección
que muchos quisieran
y que solo a mi me pertenece.
Que me pertenece cuando te sueño,
cuando te pienso,
cuando me ilusiono,
cuando estas con el.
Solo me importa llevar tu aroma
ficticio pegado a mis gestos,
en mis huesos.
Me conformo soñando
que me amas y que te amo,
y que ese amor sordo
se pierde con el viento
que se escapa al horizonte.
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