Odiar o ser odiado,
a la familia, a dios,
o a todo el mundo
Y mis lágrimas
que se derraman
poco a poco por mis mejillas…
no me dicen hacia donde voy,
ni hacia donde tengo que ir:
y me tiran en la cama
a empapar la almohada de ellas,
a ver todo más tenue,
siempre más tenue y triste.
Que me ayudan a hundirme
en el sueño en que deseo matar a todos,
matarme yo,
matar al propio corazón que no se cansa.
Sabiendo que hice mal,
que yo tengo más culpa que nadie.
Absorbiendo el peso de aquel pecado
que no me corresponde,
o que quizás es fruto de mi mente…
Y después no sé nada,
nada para desear o mentir…
¿Y con qué cara?
¿Con que valor?
¿Con que coraje?
Y estas lágrimas que me llevan a la cama,
a seducirme en sueño y sopor,
que me ayudan a dejar de desear
y de sentir… que quizás alivian mi dolor…