Tus movimientos sedujeron mi mirada,
tus manos a dios en el aire
y con ellas creabas la figura de tu alma.
Toda tú,
bella y armoniosa,
eras como el vaivén de las olas
y tus cabellos simulaban
la espuma
y tus ojos fueron estrellas durante la noche.
Y te adore más que nunca,
porque la gracia de tu cara así lo exigía,
y tu sonrisa tan amable me excitaba a lo prohibido.
Te adoré y besé tus pies,
y toque tus piernas con asombro;
al alzar mi rostro,
la dulzura de tu voz me dio la bienvenida.
Acariciaste mi rostro como si fuera
tu padre o tu hermano o tu hijo,
o todos a la vez,
y me sentí el más amado
y más lleno de amor que nunca.
Nuestras sombras se fundieron
al roce de nuestros labios…
y ese beso aleteo en mi piel hasta erizarla.
¡Como describo los roces profundos
y enigmáticos suspiros,
como describir el brillo de tus ojos!
Gritaste y parecía que hablabas
un idioma desconocido,
épico,
deseos que muchos años murieron.
El fuego que creamos incendio el frio,
quemo todo alrededor
de nosotros y descanse entre tu corazón.
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